Historia De : A Place Where The Sun Is Silent
Acto uno: La Entrada.
Capítulo I: ¿Puedes oírlos llorar?
Árboles. Tantos árboles. Debo estar en un bosque. ¿Cuándo entré a este lugar? ¿Cuánto tiempo estuve aquí? ¿Horas? ¿Días? Estoy tan cansado, necesito agua, pero no puedo detenerme. ¿Por qué estoy tan cansado? ¡Oh, estoy corriendo! Es por eso que mis pies duelen, por eso es que mi cabeza golpetea, mis músculos palpitan. Está bien, genial, estoy corriendo, problema resuelto, crisis evitada. ¿Pero espera, por qué estoy corriendo? Debería mirar atrás. ¡No, no debo hacerlo! Debo seguir moviéndome, confiar en mis instintos, y seguir hacia delante. ¿Pero puedes oírlos llorar? ¿Son aquellos los chillidos de los árboles? Nunca he tenido que escuchar tanto dolor. Puedo escucharlo nuevamente y sea lo que sea, está alcanzándome. Si tan sólo pudiera alcanzar esa ciudad, la ciudad dorada. La respuesta a mis plegarias, la solución a mis errores, el perdón de mis malas acciones pertenecerán a mí.
El sol está cayendo. Lo que una vez pareció una oscuridad tolerable se convierte lentamente en una imposible negrura. Si tan sólo pudiera detener mis pies por un breve momento, sentarme, y organizar mis pensamientos. Tal vez esto, lo que sea que me esté persiguiendo, también necesite un descanso. Quizás ambos nos veríamos beneficiados de una tácita cortesía. Sólo cinco minutos, vil bestia, ¿Es mucho pedir? Mis pensamientos me frenan, siento la presencia del mal cada vez más cerca con cada parpadeo, cada paso, cada respiración.
Cada rama que se rompe bajo mis pies, cada piedra sobre la que me tropiezo está haciendo más fácil que me atrape la voz. Siento como si pudiera alcanzarme, extender su morbosa garra y llevarme debajo de la tierra. El sol se está poniendo y yo pierdo la esperanza. No puedo quedarme solo con esta cosa. Quizás pueda esconderme entre los árboles ya que correr se convierte cada vez menos en un privilegio, y más en un castigo. Los pasos se ensordecen. Mirar al frente ya no parece una opción, o incluso la elección correcta para el caso. El tenebroso desconocido está ganando valiosos centímetros con cada segundo que pasa y el pánico comienza a aparecer. ¿Cuánto más podrá mi cuerpo aguantar el ritmo de esta persecución, la exigencia de esta danza prohibida? Sólo unos pasos más y juro ya no invadir mis ojos. Un par más de respiraciones ondas y mis piernas ya no se doblarán del agotamiento. Un último salto hacia delante y la ciudad dorada es mía.
Capítulo II: La infatuación me ha estrangulado de nuevo.
Debería haberme conformado con dónde estaba yendo en lugar de estar obsesionado con dónde había estado. Todo lo que hay en mi mente me dijo que olvidara los sonidos de la risa y el mal detrás de mí pero, finalmente saliendo del bosque, ya no pude resistir la tentación de ver qué era lo que me perseguía. Cuando empecé a estirar el cuello para vislumbrar lo que estaba a mis talones, mi cuerpo fue de repente superado por una parálisis inconsciente. En la distancia a mi derecha había una mujer, una magnífica criatura, no pude distinguir bien su rostro pero su sola presencia era suficiente para hacer que el tiempo de detenga. Mis piernas pararon de moverse por primera vez en Dios sabe cuánto tiempo, pero mi cabeza esta muy preocupada por experimentar el alivio, o dejar de temer a la persecución.
El largo y suelto vestido parecía que había sido radiante en su momento, pero en los rayos finales del sol poniente, y en el lienzo de madera en descomposición, parecía singularmente macabro. Los lados del vestido eran del pueblo y revelaban caderas que detendrían a cualquier hombre por completo. Yo no era la excepción. Sus zapatos habían sido en un tiempo hermosos tallos que estoy seguro de que sólo acentuaban sus interminables y tentadores piernas, pero ahora parecían una especie de mocasines, sentados en el suelo, las partes marchitas de un aburrido viaje. Su cara estaba cubierta con un velo que se alguna manera seguía mostrando su resplandor. No había nada que nadie pudiera decir o hacer en este punto, ninguna cosa que pudiera pasar que me detuviera de ir hacia ella. Una mano delgada se desenvainó desde la manga del vestido y me hizo señas para que la siga. Ni siquiera la promesa de la perfección radiante de la cuidad dorada era suficiente para persuadir mi paso en ninguno dirección, excepto la suya.
Fue luego que noté un cesar de los de los pasos cercanos. Cuando redescubrí el control de mi cuerpo rápidamente me di la vuelta, pero no encontré nada. Sólo una suave brisa y un decorado bosque saludaron mi vista. Mi respiración se estabilizó y ya no estaba sudando en abundancia. Mis piernas no dolían, mis músculos no estaban cansados, mi corazón no latía fuerte. Mi mente estaba tan despejada como nunca pude recordar que estuvo y la paranoia que se había apoderado de mí sin piedad parecía ya una tortura distante, olvidada rápidamente con poco esfuerzo. Urgentemente torné mis ojos hacia la mujer de blanco. Sabía que no podía resistirme a la compleja red de su fantasía secreta. En la infatuación me estaba estrangulando con una furia en la que no pude encontrar nada que me importara más en ese instante que la dulce Tentadora envuelta en una tela andrajosa.
No me di cuenta de la casa arruinada en frente de la cual ella se paró. No vi las escaleras rotas, la fundación hundida, las grietas en las paredes, las telarañas en las ventanas. No la vi a ella darse vuelta y abrir la puerta a lo desconocido, dejándome solo en el anochecer. Sólo vi su velo volando en la brisa, revelando mi debilidad, al cruzar el umbral y dentro del edificio en cuyo frente estaba yo parado ahora. La ciudad dorada era un recuerdo distante. Ya no estaba siendo perseguido, ya que la presa se había convertido poéticamente en el depredador. Bajé mi hombro y me choqué con la entrada bloqueada de mi propia obsesión. Si tan sólo hubiera sabido el Infierno que me esperaba. Si tan sólo no hubiera sido testigo de la vil Tentadora encaramada en frente de mi propia prisión, hubiera podido pasar la eternidad bebiendo la sangre de la pura y cenando en el cuerpo del austero en una ciudad sólo hecha de sueños. En lugar de aquello, cerré la puerta detrás de mí, me encontré deseando haber escuchado la risa vociferante de la curiosidad un momento antes; y haber notado lo que se escondía bajo el horrible velo.
Capítulo III: ¡Si tú piensas que esto es divertido, sólo espera hasta que termine!
El olor me golpeó como un tren de carga, es el poder implacable. Abrumado por el desconcierto y el disgusto, un hedor tan increíblemente rancio me forzó a arrodillarme donde perdí el contenido de mi estómago con el primer aliento que probé. Era más que asqueroso, era siniestro. Mi mente tambalea, me revolví para volver y recogerme a mí mismo.
Enfócate y descubre dónde estás, primero y principal. Estoy en una casa. Perseguí a la hermosa mujer de blanco, la dulce Tentadora adentro. Mis hombros duelen, ¿Por qué? La Puerta, me choqué con la puerta. ¿Qué es ese horrible olor, por Dios?
El culpable estaba en la esquina de la oscuridad, habitación sin ventanas. Esta pequeña y repugnante madriguera estaba cubierta de excremento hasta el punto de no haber una sola parte del piso visible. Lo que no podía entender era por qué, tan repugnante como el lugar parecía ser, la habitación estaba casi iluminada. Brillada en su vulgaridad, con un disfraz casi de la realeza. Aturdido, pronto me di cuenta de que el pantano de inmundicia estaba lleno de oro y joyas. Era una redención del rey, una recompensa de engaño enterrada bajo las alcantarillas. En el medio de todo estaba él, el rey de lo maldito, el proveedor del mal, el Demonio mismo. La criatura mandó un escalofrío por mi espalda que se apoderó de mi ser, una mancha corpulenta y pálida, piel de cera en la esquina de la habitación. Tenía una corona con joyas, collares de oro y plata, anillos de rubíes y esmeraldas, y aún así cubierto en la inefable mierda. Su cara no era nada de este mundo, no por sus rasgos distintivos, sino por la falta de ellos. Su rostro sudoroso no tenía el afecto que incluso sugiere que fue alguna vez un hombre, salvo por una gran vigorosa excepción: su abierto y carnívoro estómago. Oh, y aquella boca fue llevada a pleno uso, llevando al tesoro, las heces, todo lo que sus manos podían alcanzar, dentro de esa apertura ampliada. El absoluto horror de lo que estaba presenciando me mantuvo cautivo. No podía moverme.
¡Corre, idiota, corre! Encuentra una salida. Encuentra una puerta, una ventana, algo. ¡No te quedes ahí parado admirando la abominación, corre! ¡Encuéntrala, encuentra a la Tentadora! ¡Ve, ahora!
Fue en ese instante en que los ojos del Demonio me miraron. Su placer se convirtió en disgusto, y su sonrisa torcida en una burla. En una voz tan furiosa, tan penetrante y poderosa, la vil bestia advirtió: “¡Alma aprisionada encarcelada en una cámara de horror! ¡Sufrir todo tu debes, pero sufrir en silencio! ¡Siendo su lengua maldita, la estancia de su arruinado abandono! ¡En tu eterna muerte tienes hambre de barro podrido y en tu vida mortal fue ese en cual estaba tu regalo al hombre! ¡Dios no puede ayudarte y los ángeles no van a salvarte! ¡Tus plegarias no correspondidas serán el veneno de tu existencia! ¡Prepárate para caminar de la mano con el maldito!”
Con eso el Demonio se lanzó hacia delante, tirando a un lado riqueza y basura. Finalmente encontré mis piernas y esquivé su tiro sin un segundo que perder. Espié por el hoyo de la llave opuesto al camino por el que había entrado. Sin otro escape claro, me metí en la porquería y en la fortuna y me caí a través de otro pasaje dudoso.
Sólo puedo esperar que ella me esté esperando al otro lado de esta puerta. No confío en mí mismo, estoy atrapado, ahogándome en la desesperación. Soy venenoso. Pero oh, dulce Tentadora, antes de que me lleves lejos, déjame tratar de cambiar tu opinión.
Capítulo IV: El Camino que hago está empedrado con mil tumbas sin nombre.
.Una canilla goteando era el único sonido de la habitación. Me arrastré hacia la pared con la poca resolución que quedaba en mí y envolví mi boca alrededor del fresco goteo. Bebí por lo que se sintió como horas y finalmente colapsé. Pasaron días quizás hasta que finalmente desperté. ¿El tiempo existe siquiera en este terror? La habitación se sentía segura, pero yo sabía que no debía poner mis esperanzas en aquella ilusión.
Me senté sintiéndome listo para darme cuenta de la pesadilla en la que mi vida se había convertido y empecé a explorar mis alrededores para escaparme. A diferencia de la intensidad de la última habitación, estos cuartos se sentían mucho más estoicos y catárticos. Todos los ladrillos eran blancos, o habían tenido en algún momento mucha de la pintura pelada por el calor sofocante. Varias sillas tiradas de plástico eran los únicos muebles con la excepción del lavabo de acero sobresaliendo de la pared de mi izquierda, la habitación era un perfecto cuadrado. Una bombilla sucia oscilaba en un cable colgando del techo. La suciedad cubría el suelo y había un olor que sólo podía ser descrito como muerte. Nunca había estado en presencia de un cuerpo muerto, pero un instinto humano innato parece ser capaz de alertar tus sentidos y decirte cosas que de otro modo nunca sabrías, o comprenderías.
Un reflejo rebotando de un charco de agua en el centro de la habitación, creado por un techo agujereado y la lluvia torrencial de afuera, me alertó y dirigió mi enfoque a través de una ventana que no había notado antes. Era extraño porque a pesar de que el sol estaba iluminando el suelo, parecía estar oscuro afuera. Luego, dejaría de tratar de entender algo en esta espantosa casa. El tiempo perdido en entender este retorcido mundo donde estaba atrapado sólo retardaría mi búsqueda de la Tentadora.
Me has guiado a esta guarida de Iniquidad y todavía eres todo en lo que mi mente puede enfocarse. ¿Necesitas ayuda? ¿Me has traído hasta aquí a modo de algún retorcido grito de ayuda? No te dejaré seguir adelante sola. Me necesitas, lo siento. Quizás más incluso de lo que he llegado a necesitarte.
Levanté mis extremidades exhaustas del suelo, fui a la ventana y me asomé a la oscuridad. La confusión me hacía difícil ver mientras yo luchaba para entender por qué demonios estaba aquí para empezar. La autocompasión no haría nada ahora mismo.
Concéntrate, maldita sea.
Me asomé por la ventana y la vi a ella instantáneamente. Parada en el borde de un acantilado, en el fondo de una montaña impactante que se elevaba a los cielos, me hizo un gesto nuevamente para que la siguiera. Lo que más me sorprendió fue cuán hermoso se había vuelto su atuendo. El material trapiento que una vez revelaba su suave piel había sido reemplazado por las costuras de una mano firme. Sus alguna vez maltratadas patas expuestas por los agujeros de sus zapatos gastados se convirtieron en elegantes pies elevador en las perchas de la divinidad. Las tiras sosteniendo el vestido a su piel se habían caído suavemente sobre la cima de sus hombros, revelando una sensualidad que impresionó a mis ojos. Aún así, su cara estaba cubierta con ese maldito velo blanco.
Debería dar la vuelta e irme, volver por el camino en el que vine. Puedo soportar el olor a mierda una vez más, el sucio olor de las almas torturadas. Ni siquiera estoy seguro de qué enigma estoy buscando resolver. Lo que sé es que veré sus ojos. Tocaré su piel. Su beso pronto me castigará, me arruinará, un fantasma de tanta elegancia.
Capítulo V: La Tentadora de la noche.
Sin advertencia y aparentemente sin propósito, otro que burlarse más de mí, la Tentadora saltó desde el acantilado y se hundió por debajo de la incertidumbre, dejando atrás sólo esos magníficos zapatos. Debí haber digerido lo que vi antes de saltar por la ventana. Debí haber bebido de la canilla que goteaba una vez más en caso de que fuera la única cantidad de agua que encontraría por algún tiempo. Debí haberme detenido y dejar que mi mente pensara un plan apropiado para escapar de mi pesadilla, pero todo lo que podía pensar era en salvarla. Nunca me tomé siquiera un segundo para darme cuenta de que el reflejo en la ventana no era el mío. No era el de ninguna persona que hubiera visto antes. Diablos, no estoy seguro ni de si había un reflejo en lo absoluto.
Sobre mis pies y afuera de esa maldita casa al fin ¿Pero en qué sórdida arena me he metido? Para mi gran sorpresa, la Tentadora no se desplomó algunos miles de pies por debajo del oscuro lodo, pero estaba parada a mil yardas de mi alcance, posicionada distintiva y deliberadamente en el otro lado del acantilado donde yo había reconocido su figura sólo unos segundos antes.
Miro a través del abismo que me divide de ella, mi precio, y bebo en su belleza.
Me puse en el borde del gran cañón, una fisura se extendió sola por un crujiente puente de cuerdas. Un viento caliente me golpeó, un cambio bienvenido a la ayuda tapada que había estado inhalando en aquella casa deprimente. El viento estaba tan dulce, nauseabundo de hecho, estaba empapado con tan intoxicante olor. Mi cabeza se ahogó en su fragancia mientras yo ávidamente inhalaba cada vez más profundo. Escuché los gritos de mi corazón latiendo fuerte y reverberando en mis sienes mientras éstas gritaban pasados los gemidos de las ráfagas sensuales; el aroma casi literalmente me despertó. Oh, cómo este mismo viento parece bailar sobre la forma completamente madura de ella.
Dejo que el fuerte aroma del perfume montado sobre un viento caliente me sature. Entreno a mis oídos el crujir del puente abarcando la brecha hacia ella.
Podría jurar que su atuendo era menos revelador anteriormente, o tal vez no tuve la oportunidad de observar apropiadamente su encanto. Su vestido era casi transparente, dejando un poco de sus curvas a la imaginación. Nunca he suspirado con tal furia lujuriosa de acostarme con una mujer antes. Ella era realmente fascinante y mi imaginación corría salvajemente con las interminables posibilidades del placer carnal.
Tiro precaución al viento de la pasión y continúo bajando por el camino, el camino a lo desconocido.
Empecé a cruzar por el puente, impulsando todas mis inhibiciones dentro de aquel pegajoso y sofocante viento. Corrí con una desesperación y una acrimonia que sólo puede nacer de un deseo animal de carne. Mientras mis pies ansiosamente negociaban lugares con otro, una por una cada tabla comenzó a desaparecer por debajo de mí. En un instante volví a la realidad y me di cuenta de lo que estaba pasando. ¿En mi prisa por unirme a la Tentadora seguramente examiné la estabilidad del puente, verdad? Antes de poder siquiera finalizar aquel pensamiento, estaba cayendo. Miré hacia abajo en el abismo oscuro en el cual me hundí y escuché la violencia de las olas debajo. Oh, delicioso destino, no moriré en este mismo momento. Tomo este último poderoso trago de aire precioso y me hundo en el mar, dejando mi adicción parada sola, kilómetros sobre la tierra.
Capítulo VII: La razón humana está borrada.
Golpeé el agua debajo con tanta fuerza que por un breve momento pensé que había roto mis piernas. Volvería a aquel temido bosque y correría por una eternidad si eso significara nunca tener que sufrir esta agonía. No podía ver ni un centímetro en frente de mi cara. Estaba mareado por el rápido giro de las olas, y estaba tragando lo que parecían galones de agua. Sólo que no tenía sabor a agua. Era salado y ácido, casi un sabor a cobre, y era pesado en mi lengua. El océano parecía estar arañando mi piel y quemándola con tan feroz intento.
¿Soy el que tiene que tragar agua? Eso es lo que obtengo por perseguirte. ¿Soy el primero en ser engañado por tus pequeños y sucios trucos?
La ira del agua alivió el tiempo suficiente para que limpiara mis ojos y mis pensamientos. Me incliné para sentir mis piernas, esperando encontrar piel rota y huesos expuestos. Para mi gran alivio, parecían estar físicamente intactas. Ahora el agua estaba hirviendo, el vapor se elevaba, las burbujas se formaban. El dolor era inaguantable. Abrí mi boca para gritar pero fue ahogada con otra ola de ira. No era agua, después de todo. Era sangre. ¿Cuánto me tomó darme cuenta de que me estaba ahogando en una violenta mezcla de color carmesí y rabia? Mi cuerpo chocó contra algo bajo el agua, sacando el viento de adentro mío, y yo me agarré para salvar mi vida. Extrañamente, la cosa de la cual me sostenía parecía agarrarme también. Mi atención se dirigió a las paredes de la caverna y para mi espanto descubrí que no eran paredes ordinarias, cubiertas de rocas, sucias y silvestres. Eran los cuerpos y almas de los malditos gritando adoloridos, rogando por un consuelo, por alivio, y porque se detuviera la agonía. Sus extremidades se agitaban tan salvajemente que la sangre hirviendo se movía con venganza.
Un grito escalofriante de hueso estalla. He visto esos ojos pero no esa sonrisa. He visto esos ojos pero no esa siniestra sonrisa. He visto esos ojos pero no aquella mirada en blanco. He visto esos ojos pero no esa mirada. Las mareas del pecado están manchadas con sangre.
Antes de que pudiera reaccionar, el cuerpo inmóvil que he estado escalando para salvar mi vida me tiró a la pared de las almas cruzando el camino. La gran cantidad de manos a lo largo del obstáculo sujetaron a cada centímetro de mi ser, forzando mi atención hacia adelante, mientras la sangre seguía chocando contra mi rostro en ráfagas inaguantables. Mis ojos estaban malditos a ver una bestia más sucia y horrible. Sus pies estaban callosos y maltratados, sus brazos gruesos y cubiertos de pus. Se puso a por lo menos cinco metros de altura y cada sonido que rugía de su rostro cubierto de saliva era ensordecedor. ¿He visto esa boca una vez, pero dónde? ¡Ah, sí! La habitación de suciedad justo debajo de las puertas de este infierno en el que he entrado tan precipitada y neciamente. La diferencia ahora era que el mismo rostro tenía los ojos llenos con el odio más profundo que un hombre pudiera comprender; y estaba mirándome directamente. Su mirada estaba destruyendo mi interior. Ya no pudo respirar y mi corazón se sintió como si explotara dentro de mi pecho. Repentinamente, como si fuera el momento justo, algo distrajo su atención. Seguí su mirada perdida y allí estaba ella, nadando a través de la carnicería. Se deslizaba con tanta elegancia que incluso en esta masacre repugnante brilló con una gracia artística, aparentemente escrita por las manos del mismo Dios.
Me siguió aquí. Sabía que lo haría. Ella sólo esta jugando conmigo, la emoción de la caza, el poder de la seducción. ¡Por supuesto! ¿Cómo no me di cuenta de esto antes?
Finalmente me liberé de las manos de tantas almas torturadas y comencé a nadar hacia ella. Viendo mi deseo, el Demonio se movió con una velocidad inhumana y la arrebató de mi enfoque. Su garra poderosa no era competencia para la serenidad de ella. La sostenía sobre su cabeza, ignorándola por el momento, y me miró fijamente a los ojos proclamando, “¡Estarás arrepentido cuando él derrame la sangre de tu garganta!”
La dejó sobre las rocas que estaban a sus pies. El agua paró de moverse, las almas afligidas cesaron de murmurar sus gritos. El silencio era aterrador. Sin aviso el suelo comentó a sacudirse, las paredes empezaron a desmoronarse, y el viento atacó con una ira llena de resentimiento. En la cima de sus pulmones el Demonio rugió, “¡Serás desgarrado, miembro por miembro, vagabundo! ¡Habrá un infierno por pagar!”
Con todo el poder de su furia en su control inicuo, mutiló el cuerpo de la Tentadora haciéndolo pedazos, y dejando sólo su velo maltratado y manchado de sangre. El terror total de lo que vi me hizo perder la conciencia, y me alejé flotando a lo largo de la ahora calma marea del agua más azul que hayas visto.
No puedo parar de sangrar. Tus ojos agonizantes cuentan una historia de pasión envenenada. Oh, la violencia.
Capítulo VII: La precaución debe ser obedecida en una isla de la decadencia.
Enrosqué mis manos en un puño cerrado y sentí la arena entre mis dedos. Cada varios segundos era saludado con una fresca y suave oleada. Podía sentir algunas algas atoradas en mi cabello. Los pájaros cantaban en el cielo y los árboles parecían reírse con alegría en la cálida brisa. Traté de abrir los ojos pero el brillo del sol lo hizo imposible. Abracé a la paz.
Se ha ido. La Tentadora se ha ido y ahora estoy atrapado aquí, solo. ¿Pero dónde estoy? Esto no se siente para nada como los lugares en los que estuve desde que entré a aquella casa. Ponte de pie, olvídate de ella. Se ha ido, vencida por las manos del Demonio. Olvida la venganza, sálvate a ti mismo. Abre los ojos, maldita sea.
Me di vuelta con mis manos y rodillas y me arrastré desde la espantosa costa, sin querer correr riesgos con lo que pudiera vivir aún más abajo. Tropecé con las dunas y contemplé una isla paradisíaca. No era como nada que hubiera visto antes; una visión perfecta de éxtasis, un palacio soñado, casa de aquellos sin alma. Casi había olvidado el concepto de la serenidad, pero aquí estaba, un santuario de la locura, una isla de la razón. Miré atrás por sobre el una vez estridente mar y comencé a llorar. ¿Esta playa lamentable era el último y único vestigio de la cordura en este mundo vuelto loco? Nunca me sentí tan perdido. La mujer que me guió hasta aquí ha sido desgarrada ante mis propios ojos y todo lo que quedaba de mí era morir en esta playa o seguir adelante en este sueño de lucha y tortura.
¡Todo esto debe tener un punto! ¿Estoy siendo probado? ¿Este pedazo sereno de tierra realmente significó desviarme de my recorrido? Debo continuar, por más que mi alma ruegue para quedarse aquí.
Una presión desierta quedó en la distancia. Estaba burlándose de mí, desafiándome a seguir adelante. Me arrodillé y cerré los ojos, encontré a la Tentadora en mis pensamientos. Si me quedaba aquí, sin duda iba a morir, pero al menos lo haría en paz. Si continuaba el camino, tal vez encontraría respuestas. Ya no era mi decisión y mi cuerpo ya había empezado a acercarse a la jungla. Había algo terrible en aquellos bosques, lo podía sentir. Pero, ¿Qué importaba? El miedo ya no iba a frenarme. Hora de recoger tempestades, hora de resolver este enigma.
¿Cuál es el punto de luchar si no hay nada que salvar? El tiempo de está derritiendo. No puedo explicarlo, pero mis ojos están rogando que me quede. Debo decir que un día soleado ayuda a olvidar las memorias. Sin embargo, la precaución debe ser obedecida en una isla de la decadencia.
Capítulo VIII: Canta una canción de cuna conmovedora y veremos a los ángeles llorar.
El arrepentimiento dio paso a la desesperación luego de caminar varios kilómetros en el bosque infernal. La sensación de soledad se algún modo se unió al sentimiento de ser observado con un miedo silencioso y calculado. Visualmente todo lo que experimenté hasta este punto fue mucho más intimidante, pero este bosque ha sido una presencia muy real y molesta. No me gusta el hecho de estar aquí. No pasó nada realmente inesperado, todavía. Por otro lado, tal vez pensé que iba a ser mucho peor. La percepción es realidad. Caminé y caminé y caminé y, con la excepción de la agonía mental causada por lo desconocido, esencialmente me quedé solo. Estos árboles estaban decorados por rasgos humanos, casi rostros si no fuera por las hojas y ramas distrayendo esas características. De hecho, eran similares a aquellos que había encontrado en las paredes de aquel terrorífico mar de sangre. Sólo que ahora, ellos parecían más perdidos, más humillados. Se sentía como si hubieran renunciado a la más pequeña esperanza que pudiera todavía existir aquí. A menos que estuviera volviéndome loco, lo que era muy posible, podría jurar que los árboles estaban lloriqueando.
Mi propia miseria me esta insultando. El aire pica mis pulmones. Apenas puedo ver. Ojos malvados me rodean, los árboles observan silenciosamente. Podría intentar correr, pero no veo el punto.
Se estaba volviendo cada vez más fácil ser víctima de mis alrededores, sucumbir a la tortura. ¿Estos árboles han sido alguna vez un simple hombre como yo, luchando para entender dónde estaba o en qué se había convertido? ¿Continuaría moviéndome hacia delante hasta que mi cuerpo renunciara? ¿Moriría aquí, mi cuerpo descomponiéndose en el suelo y convirtiéndose sólo en otra pieza de este deprimente bosque del suicidio? Alenté mi paso, hice una vuelta completa tratando de espiar cualquier semblanza a un escape, no encontré nada. Exhausto, caí de rodillas. El bosque estaba recibiendo exactamente lo que quería mientras me miraba caer en la desesperación lentamente. Encontré una rama bastante grande y comencé a afilarla como una cuchilla con una de las muchas rocas que había en el suelo debajo de mí. Moriría aquí, sabía eso, pero sería con mis propias manos, no con las del mal enfermo y retorcido que ha creado este Infierno.
Estoy cansado de intentar, estoy cansado de esperar, si no hay nada que pueda hacer. Una canción de cuna lamentable para cantar a los torturados para dormir. Por favor, oh por favor, querida Tentadora, regresa a mi. Muéstrate, responde a mis llantos, muéstrame el camino. Permíteme hacerte mía. Podemos sentar cabeza y cambiar el final, solamente el tiempo, empezar de nuevo.
Huellas, una línea derecha, un flujo estable, creado por un par de magníficos zapatos. Estaban justo en frente mío. ¿Han estado allí desde el principio? ¿Estaba tan ocupado revolcándome en la autocompasión para notar que ya no estaba solo? Seguí los pasos con mis ojos, levantando mi cabeza lentamente, y allí estaba ella, más hermosa que nunca. Esto no era posible. La vi destruida debajo del agua con mis propios ojos. ¿He querido que vuelva? ¿Hice que esto sucediera? ¿He descubierto esta casa de la risa y la locura? Decidí probar la teoría y hablar en vos alta, “¡Oh, maestro de este laberinto de maravillas, creador de esta madriguera de tormentos, muéstrame una forma para seguir adelante y continuar con este camino a lo desconocido!”
Con eso, la Tentadora me instó a avanzar con su fina y delicada mano. Mientras iba hacia delante, confiando en su gesto, la pared de la ladera de la montaña en frente mío comenzó a temblar. Una puerta de entrada a una oscura cueva se dio a conocer. Sin dudarlo, seguí a la Tentadora a las sombras y niebla de la húmeda y fría caverna.
¡He renacido! ¡Me he liberado! ¡Soy libre! ¡Soy libre de todas las trabas en tu control! ¡He descubierto este lugar! ¡Lánzame todo lo que tengas ahora, te desafío! ¡No puedes negarme, no me desafíes! ¡Estoy borracho de lujuria y soberanía! ¡He renacido!
Acto II: El aún inmortal.
Las almas del carnal,
Aquellas que traicionaron la razón a sus apetitos,
Su pecado fue abandonarse a ellos mismos a la tempestad de sus pasiones.
“¿Cómo esta insolencia sigue viva en ti?”
Él gritó hasta ese terrible umbral del Infierno.
- Dante Alighieri.
Capítulo IX: Ellos nunca serán capaces de ver que han anhelado este cautiverio.
Abrí mis ojos pero no podía ver. Estaba con los ojos vendados. Traté de levantar mis ojos para sacarme la venda, pero mis brazos estaban atados. Estaba acostado y la superficie era lisa y caliente, probablemente un tipo de acero. Los llantos y gritos en la habitación eran ensordecedores. Tanto dolor, tanta agonía. Podía oír huesos rompiéndose y cuerpos cayendo. Podía oler carne quemándose, intestinos vacíos, y miedo. Lo que fuera que estuviese sucediendo allí era una completa masacre.
Pude levantar el borde de mi hombro hasta mi cara y frotar lo suficientemente fuerte para aflojar la venda. Mis ojos eran finalmente libres de digerir el horror que me rodeaba. Máquinas cubrían las paredes de una bodega industrial que parecía un hospital de campaña. Había material quirúrgico por todos lados, bisturís, pinzas, tijeras. Había doctores, o al menos aparentaban ser doctores, por toda la habitación, sus rostros cubiertos con mascarillas quirúrgicas. Estaban escoltando mares de chicos, atados y amordazados, a un gigantesco aparato que parecía un incinerador. Algo no estaba totalmente bien con esta máquina. Los ordinarios engranajes, tuercas, tornillos y vigas estaban reemplazados por huesos, cráneos, músculos y piel. Los motores estaban literalmente funcionando con la sangre de los olvidados, las almas de los malditos. Uno por uno los desesperados fueron llevados a un horno hecho con la sangre derramada de aquellos que habían ido antes.
¿Es así? Esto no puede estar pasando. ¿Por qué no pueden ver? ¡Los ciegos están guiando a los ciegos a un desastre, y yo soy el único al que parece importarle!
En las grietas expuestas entre los cientos de cuerpos dispersos alrededor de la bodega, la vi. La Tentadora estaba atada en una tabla quirúrgica, sin nada puesto a excepción de un corsé y un par de ropa interior rota. Sus zapatos estaban perdidos, como el velo, pero ahora su largo y oscuro cabello cubría su rostro. Giró su cabeza hacia mí, a pesar de que no podía ver su rostro, sentí que estaba rogando por ayuda. Por primera vez desde que entré en esta terrorífica casa parecía que tenía las de ganar con la Tentadora. Su miedo era tangible. Quizás era intencional, sólo otra pieza de su enfermo y retorcido rompecabezas.
Me concentré todo lo que pude y rogué para que algo me permitiera liberarme de esas cadenas. Tan pronto como la idea vino, estaba de pie al lado de la tabla donde se encontraba la Tentadora, libre de mis grilletes. Di dos pasos hacia la puerta sobre la pared del fondo, completamente listo y dispuesto a dejarla detrás hasta pudrirse. Inesperadamente y aparentemente de la nada, uno de los doctores se arrancó la mascarilla de su rostro, revelando una cara grotesca y cubierta de quemaduras de tercer grado. Por debajo de las quemaduras había dos rasgos tan distintivos que perseguirían mis sueños por siempre; la boca abierta de aguas residuales y los ojos que podrían destruir la tierra. El Demonio hizo un enorme paso hacia mí y exclamó, “¡Todos deben arrodillarse ante el altar! ¡Los velados serán exaltados!
¡Nosotros somos el rebaño!
¡En el puerto de Dios todos deben descansar y hacerse parte del maestro!”
Sin siquiera pensarlo me agaché y me desaté las mordazas que ataban a la Tentadora a su destino, levanté su cuerpo y me dirigí a la puerta. La abrí violentamente y me di vuelta para encontrar al Demonio corriendo derecho hacia mí gritando, “¡El fuelle de humo bendito de la bestia! ¡Inclínate ante los engranajes y adora a la máquina!”
Cerré la puerta de un golpe, la Tentadora en mis brazos, y corrí derecho hacia delante a la oscuridad que me esperaba.
Ellos no escuchan una palabra de lo que digo. No puedo salvarlos a todos. Necesito que confíes en mí ahora, dulce Tentadora. No te muevas, lo resolveré. Olvida lo que cualquiera te pudo haber dicho, sólo toma mi mano, o ambos estaremos muertos.
Capítulo X: Una por una las reflexiones caen.
Jadeante, hice una pausa para respirar, murmullando comodidades a la mujer que finalmente atrapé. Mi mano sostenía la suya, este lío ordenado comenzaba a tener sentido. O al menos, si seguía confuso, comenzaba a sentir que valía el esfuerzo. La Tentadora tenía la piel más suave que he tocado. Sus dedos bailaban conmigo mientras seguíamos adelante, sin otro destino en mente que salir de este lugar. Tal vez podríamos salir de aquí, encontrar un pacífico campo de pasto, recostarnos ahí de los brazos, mirando el cielo, soñando juntos, sin recordar nunca este infierno repulsivo.
Me di vuelta para ver cómo estaba la Tentadora y ya se había ido, su mano ya no estaba junto a la mía, en lugar de eso había un pedazo de carne podrida; un brazo amputado desde el codo hacia abajo. Arrojé el hueso y el músculo llenos de gusanos al piso e inmediatamente comencé a vomitar.
¡Maldita sea! ¡No de nuevo! ¿Por qué me torturas, cruel Tentadora? ¿¡He salvado tu vida y así es como me pagas!? La locura me está susurrando. Tu vanidad robará tu alma pacientemente. El ojo del espectador conoce la verdad.
Escupiendo al suelo lo último de la bilis, murmuré una maldición en voz baja en la frustración. ¿Qué estaba pasando? ¿Dónde estaba yo ahora? Me tome un momento para organizar todo pero cuando lo hice, juro que ella tenía que saber porque emitió una risa estridente para subrayar mi situación irritante. Una casa de espejos, un laberinto sin fin de reflexiones sobre aquel que perseguí. Poniéndome de pie la pude ver en todos lados. A cualquier lugar al que miraba, allí estaba trotando, riéndose de mí, burlándose de mí, haciéndome bromas. La vi nuevamente, y otra vez, a la misma vez. Su risa estaba perforándome. Estaba divirtiéndose a mis expensas y estaba amando cada segundo de eso. Yo seguía tratando de alcanzarla pero siempre encontraba vidrio. No sólo era su imagen mostrada una y mil veces, sino también su carcajada. Con cada visión que aparecía de ella la carcajada burlona era más y más fuerte. Caí de rodillas y me tapé las orejas con mis manos. La presión era inaguantable, sentí como si mi cabeza fuera a romperse. Ya no pude aguantarlo y rogué, “¡Por favor, vil Tentadora, detén tus gritos! ¡Detén tu risa, te lo ruego!”
Con eso, ella soltó una risa que me forzó a pegarme al piso, mi rostro contra el concreto frío, mis rodillas encogidas hacia al pecho. Al principio no me di cuenta, pero yo estaba gritando, la carne de mi garganta desgarrándose, las venas de mis sienes inflamándose, mis nudillos poniéndose blancos de la presión. Justo cuando estaba a punto de perder la cordura, la habitación se volvió completamente silenciosa. Respirando hondamente, abrí los ojos y logré vislumbrar su perfecta figura parada a ni siquiera dos metros de mi rostro.
Se agachó, gentilmente puso su mano en la parte de atrás de mi cabeza y me susurró, “Oh, Caminante cansado, deja ir tus miedos, calma tu pulso, disfruta el paseo; piérdete en la feria de la vanidad.”
Se puso de pie, dio la vuelta, y en un segundo desapareció nuevamente. Algo dentro de mí se rompió. La he perseguido a través de una habitación llena de mierda, peleando para pasar con una criatura de suciedad indescriptible, me aventuré cruzando la cima de una montaña a miles de metros sobre la tierra, nadé a través de un río de sangre hirviendo rodeado por las almas torturadas de los malditos, exploré la oscuridad de una cueva hecha para volver dementes a los hombres, y la rescaté de las garras de un loco dirigiendo a las masas a un horno de pena y dolor infinitos, y aún así ella tuvo el descaro de burlarse de mí. Finalmente no pude aguantar más, mi ira se desbordó y me arremetí contra su ridícula belleza. Con la sonrisa de un hombre trastornado, comencé a reírme mientras me tiré al perfecto espejo. Casi parecía como si el tiempo se hubiera alentado mientras yo veía incontables pequeños prismas de vidrios estallar a la nada. Yo era un prisionero liberándome.
¡Encontré cada imagen tuya en esta maldita casa de la diversión y destruiré hasta tu última pieza! ¡Atacaré a los espejos! ¡Destruiré el prisma! ¡Uno por uno los destruiré los reflejos hasta que no quede ninguno!
Más nubes de polvo brillante florecieron del aire y me perdí en el momento, salivando con la idea de que ella no tuviera otro lugar donde esconderse. Parecía que sólo hubiera empezado cuando la tarea estaba terminada y sostuve la última pieza de vidrio roto en mi mano. Honestamente esperaba que ella siguiera parada aquí, pero no estaba. Aturdido, miré hacia un vacío sin esperanzas, una oscuridad negra que se extendía hasta los fines de la tierra. Un simple punto de luz atravesaba el abismo y brillaba sobre mí. Me sentí realmente solo por primera vez desde que crucé las puertas. Lo había perdido todo, todo, todo lo que tenía para guiarme o incluso engañarme a pensar que tenía un plan. Con esa epifanía, el último fragmento de esperanza huyó de mí, el último rayo de luz fracasó, y yo estaba varado, de rodillas en lo alto del umbral inmortal.
Capítulo XI: El camino de una mentira tentadora.
Está tan oscuro aquí. Ni siquiera puedo ver mi mano directamente en frente de mi rostro; y está tranquilo, tan tranquilo.
Mi mente sin control regresó al camino, a la ciudad dorada. Estaba tan cerca de la redención, y luego ella apareció. Dios mío, es tan hermosa. Habría renunciado a cualquier cosa sólo para tocarla, para besarla, para mantenerla cerca de mí. Supongo, sin duda, que había renunciado a todo. Di mi alma, mi vida, mi búsqueda por su eterno descanso el momento en que la seguí a este Infierno. ¿Existen las segundas oportunidades? Si lo ruego, si suplico, ¿Hay una segunda oportunidad para que pueda regresar al camino una vez más?
Estoy tan confundido. Estoy tan cansado. Estoy tan arrepentido.
Intenté ir a algún lado, cualquier lado. Había vidrios rotos por todos lados, evidencia de un hombre que se había vuelto loco. Perdí todo el control, ¿Y por qué? ¿Por ella? ¿Por aquella despreciable Tentadora? Qué desperdicio. Había dejado todo por ella y ella me abandonó. Lo que es peor, ella parecía disfrutarlo. Me había mentido a mí mismo y por eso fui castigado. Debería sentarme aquí para siempre, atrapado en una oscuridad tan malvada que el hombre no podría siquiera empezar a entender su poder. Cada movimiento que hice fue erróneo. El Demonio, la Tentadora, la oscuridad permaneció un paso delante de mí todo este tiempo.
Algunos prismas de vidrio ofrecen un poco de comodidad en la oscuridad. El vacío desolado está bebiendo cada última gota de vida que queda en mí.
Dejé de buscar una salida. Esto era el final. Estaba derrotado. Todo lo que sufrí fue por nada. Enderecé mi espalda, me senté orgulloso y tieso en mis rodillas, doblé mis manos y las llevé a mi pecho. Era mi último recurso. Ya no tenía opciones.
Querido Dios, soy solamente un Caminante cansado. Es gracioso cómo creemos las cosas que nos decimos a nosotros mismos, y nuestros corazones simplemente nos siguen. Rezo por la absolución. Déjame regresar al camino de una mentira tentadora. Guíame hacia la luz.
A la ciudad dorada, yo fui entregado.
Capítulo XII: Tu cuerpo es una enfermedad.
Tenía miedo de abrir mis ojos hasta que sentí una brisa fresca cruzando mi piel. Saqué mis manos de mi rostro mientras me ponía de pie. En frente mío había una enorme y angelical montaña. Era divina. El agua saltaba hacia el cielo y regresaba al suelo con una salpicadura melódica. Los pájaros daban vueltas alrededor, cantando una caliente y atractiva canción al sol naciente. Me incliné hacia delante y dejé que el agua dejara su elixir refrescante sobre todo mi cuerpo. Me zambullí de cabeza dentro del agua brillante y azul, y nadé por las olas, riendo y llorando a la vez mientras mi mente se daba cuenta de dónde estaba; yo, el Caminante, sobreviví a los recorridos más infernales y ahora estaba directamente en el centro de la ciudad dorada. Era más magnífica aún de lo que mis sueños más descabellados hubieran imaginado jamás. Por encima de mí observé a las nubes más blancas y al cielo más azul que he visto. Los edificios eran majestuosos y reales, la tierra cuidada y ambrosíaca. El aire era suave, los árboles verdes, y la atmósfera maravillosa.
Justo frente a mis ojos, una trágica sorpresa; el agua se detiene.
Estoy seguro de que tomó varios minutos para que pasara, pero se sintió instantáneamente. Las nubes se volvieron grises, el cielo se puso púrpura. Los árboles estaban desnudos, las hojas muertas en el suelo. Los edificios comenzaron a desmoronarse, los pájaros se habían ido. A pesar de todo esto, lo más aterrador seguía parado más allá de la fuente. Mientras la última gota caía del cielo, la alguna vez impresionante fuente reveló una pesadilla capaz de sacudir el alma del hombre más noble. Allí estaba ella; la Tentadora. Sólo que ahora, estaba vestida de negro, su piel agrietada y sangrando, sus ojos proyectando un horror indescriptible. El velo aún cubría gran parte de su rostro, pero yo pude sentir la sonrisa malévola y rencorosa que habitaba debajo del mismo. Sin pensarlo, salí del agua y comencé a correr.
La búsqueda empezó. La Tentadora estaba en un instante en mis talones. Por Dios, ella era rápida. Estiré mi cuello y vi que sus pies apenas tocaban el piso, casi estaba flotando. No hay forma de que yo pudiera correr más rápido que este tipo de velocidad, y sobrevivir a este agresivo ataque. Ella estaba riéndose, pero no era la risa de una mujer delicada, no concordaba con el timbre de sus gritos en el laberinto de espejos. Esto era gutural, estaba enojada, y estaba hambrienta. He oído esta risa antes, no pareciera que fue hace mucho.
Se siente como si hubiera estado corriendo por días. La maldad lloverá y nos ahogará en su pena y su sed. Espero sobrevivir, debo pensar rápido, estoy perdiendo terreno. Estos pasos se sientes familiares. ¿Debería parar y enfrentarme a ella? ¿Debería sacarle el velo?
A mi alrededor la ciudad estalló en un disturbio. Templos derrumbándose; alrededor mío, pánico. Las construcciones se prendían fuego, colapsando contra el suelo. Los ciudadanos de la ciudad dorada corrían hacia mí, uno hacia el otro. Era un caos. La sangre era derramada en todas direcciones, los cuerpos de los inocentes eran mutilados, la sed de los malditos envenenaba esta utopía. No podía salir de la noción de que toda esta gente parecía ser idéntica, con capuchas sobre sus cabezas, disfrazando sus identidades. Si tan sólo pudiera ver sus rostros. El tiempo se me acababa, la puerta estaba justo en frente.
Los pasos me estaban ganando, acercándose a mí.
Me convenciste de que justos podíamos volar hasta que empecé a arañar la superficie y vi más allá de tu máscara. Tu cuerpo es una enfermedad.
Curiosamente llovía sobre mí con una furia indescriptible. Debía saberlo. Debía saber quién estaba causando esta violencia, destruyendo la ciudad dorada centímetro por precioso centímetro. Corrí derecho hacia uno de los alborotadores, cesó inmediatamente, y cayó al piso. La Tentadora, sólo unos pasos detrás, cayó sobre mí, chocando directamente con un enmascarado desprevenido. Me subí encima de él, sin importarme la Tentadora, quien se quedó extrañamente en la distancia. Puse sus brazos contra el piso mientras él luchaba por ponerse de pie. Presioné mi frente contra él y grité, “¡Quédate quieto, bastardo inmundo! ¡La estás destruyendo! ¿Por qué? ¡Respóndeme, gusano! ¿Por qué arruinas algo tan hermoso? ¡Vine hasta aquí y es por ti que no encontraré mi salvación! ¡Dime por qué! ¡¿Por qué me haces esto?! ¡¿Cómo es que me hacés esto?!”
Le saqué la capucha y encontré mi respuesta. Me quedé por lo que se sintió como horas. Traté parpadeando, traté sacudiendo mi cabeza. La tierra siguió cayéndose.
No puede ser. Esto no es posible. Mi sangre corre fría, me temo que ahora sé la verdad. Arranqué nuevamente la capucha y miré mis propios ojos. La pobre y torturada alma debajo de la capucha soy yo.
La Tentadora estaba sobre mí antes de que pudiera actuar, un golpe en la cabeza. Me dormí en la oscuridad, inconsciente.
Todo será aclarado.
Capítulo XIII: No hay escape de este horrible lugar.
Cuando llegué, estaba corriendo. ¿Cómo demonios estaba corriendo? Mi cabeza me estaba matando, la sangre se derramaba sobre mis mejillas. Pasos detrás de mí. Todo esto se sentía tan familiar. Los árboles, la respiración agitada, el sudor.
No hay escape de este horrible lugar.
Las ramas, las pierdas, la puesta del sol. Ya he estado aquí antes. Me di cuenta de que estaba mirando directamente el suelo y finalmente decidí mirar adelante.
La ciudad dorada. No puede ser. Me acabo de escapar de tu embrague. Estás detrás de mí.
Aterrorizado, reuní coraje para mirar a mi derecha, rogando para que ella no estuviera allí, para que la casa no estuviera allí. Pero allí estaba, el vestido blanco roto a los costados, los zapatos magníficos desgastados a mocasines, el maldito velo, el dedo fino y largo instándome a ir hacia ella.
La verdad finalmente mostró su rostro. ¿Cuánto tiempo he estado en este lugar? ¿Me atrevo a cuestionar el diseño del destino o someterme a uno tan desolado? ¡No más correr, no más de esta mierda! ¡Muéstrame tu cara atroz monstruo!
Paré de correr y me di vuelta, horrorizado de encontrar a la Tentadora parada allí. Estuve escapando de la misma cosa que me estuvo persiguiendo desde un principio. Perseguí y escapé, cada vez más abajo en los círculos del Infierno. La casa más perversa y malvada había sido, de hecho, mi propio purgatorio. Estaba siendo destruído, castigado por mis pecados, por las cosas que hice en mi vida. Solamente Dios sabe cuánto tiempo estuve corriendo en este círculo vicioso. Perseguido por la Tentadora, persiguiendo a la Tentadora, evitando al Demonio. ¿Dónde empezaba ella y dónde termino yo? ¿Cuándo me he convertido en el Demonio? ¿Me estaba advirtiendo a mí mismo todo este tiempo? Estaba atrapado en una pesadilla de mi propia locura, yendo más y más por debajo de la tierra hasta las profundidades de tan despreciable tortura. Mis pensamientos eran interrumpidos por los gritos de la Tentadora: “¡Somos los crucificados, somos los virtuosos, somos los malditos! ¡Recemos para nunca quedarnos dormidos!”
Ya no más. Aguantar aquí y pelear. Romper el círculo, terminar con la Tentadora de una vez por todas. ¡Ya no me molestará!
Miré directamente a sus ojos y proclamé, “Oye, extraña, ¿Cuál es tu nombre? ¿Nos hemos conocido antes? Mira a tu alrededor, la escena es la misma. Puedo ver que el velo está justo detrás de mí y sin embargo tú estás aquí. ¿He dicho esto antes, o es la primera vez que he descubierto tu pequeño juego? ¿Si me sigo moviendo estaré bien, o una vez más entraré en el pánico del caos? ¡Ya no huiré de ti!”
Corrí derecho hacia ella, tirándola contra el suelo. Con una ira y violencia que nunca existió en mí, destrocé su cuerpo. Le saqué los ojos, le arranqué los dedos, corté sus nervios, trituré sus tendones. Ella gritó y rogó, pero yo ignoré cada súplica. Ya no caería en sus mentiras. No quería mutilarla, no quería matarla, quería terminar con ella. Quería hacerla desaparecer de la existencia. Estaba enfurecido. Me había vuelto loco. Su corazón había parado de latir hace mucho tiempo y aún así yo gritaba. “¡¿Ahora que me tienes, qué es lo que sigue?! ¡Te destruiré, demonio! ¡Te despojaré de tu cuerpo, rojo! ¡Una furia de justicia te consumirá hasta la muerte!”
Sentí algo tocando mi hombro, miré hacia atrás y vi una hermosa y delicada mano. Me di vuelta y la vi. Estaba parada detrás de mí, tan hermosa como nunca la había visto. Se inclinó y presionó sus labios contra los míos. Pasó sus dedos por mi cabello y sonrió con esa preciosa sonrisa que siempre hacía derretir mi corazón. Pude probar su aliento y me volvió loco. Se dejó caer de rodillas, me llevó más cerca y susurró a mi oído, “Despierta, corazón. Despierta. Regresa a mí. Despierta.”
Por supuesto, yo obedecí. Siempre hice lo que me pedía. Nunca ignoraría las dulces palabras de mi Annabel.
Capítulo XIV: Y ahora para la ilusión final.
Mis ojos abiertos mientras me despierto, jadeante. Algunos dicen que los sueños tienen significados más profundos, que son gritos de nuestro subconsciente. Yo nunca aposté mucho a esas ideas. Pero me siento extrañamente obligado a contarle este a mi amor, Annabel. Sacudiéndola gentilmente, me pregunto por qué su carne tiene el frío de la nieve virgen. Mi pensamiento es interrumpido mientras realmente me golpea como un rayo de luz y yo grito.
Ella me rescató de mi pesadilla, pero era muy tarde. La sangre estaba por todos lados, los gritos aún hacían eco en la habitación, nuestra habitación. Comencé a llorar descontroladamente. ¿Qué he hecho? Mi único amor, mi Annabel, ha sido asesinada por mi mano.
Esto tiene que ser un sueño. Una pesadilla dentro de otra pesadilla. Yo voy a despertar y ella va a estar bien. Le voy a contar acerca de mi viaje a través del Infierno, mi victoria sobre la Tentadora, el Demonio. Nos vamos a reír juntos de qué tan reales se pueden sentir los sueños, de cómo pueden atormentar nuestras mentes con tal lucidez que empecemos a pensar que estamos actuando en ellos, ejecutándolos en un teatro de nuestros mayores miedos.
La pesadilla me ha ganado. ¿La Tentadora supo todo este tiempo lo que yo iba a hacer? ¿Es por eso que se burlaba de mí? ¿Es por eso que no importa qué errores cometí a lo largo del camino en esa casa abandonada por Dios siempre se me daba otra oportunidad? Nunca estuve controlado. Todo era una mentira. El castigo por mis pecados nunca fue pasar una eternidad en el Infierno. Fue vivir sin amor mi vida aquí, en la tierra. La única cosa que realmente amé se fue. Mi Annabel se fue. Casi podría oir a la Tentadora, al Demonio, riéndose. Nunca tuve una oportunidad.
Me levanté, caminé hasta el espejo, miré mi ropa empapada de sangre, mis manos manchadas de sangre. Lloré, rogué, supliqué. Pero ella no iba a regresar. Había fallado.
Cerré los ojos, tome una respiración profunda. Nunca vi la cuchilla viniendo. No estoy seguro de haberla siquiera sentido entrar a mi lado. Debería haber abierto mis ojos para ver quién me había hecho esto, pero ese no era el punto. No es como si ya no lo supiera. Esta no es la primera en que me veo morir.
¿Qué es lo que me dijo Annabel antes de irse aquella noche? ¿Damos vueltas, vueltas y vueltas? Mejor empiezo a prestar más atención antes de que alguien salga herido.
Aprisionado bajo el mundo donde los que no tienen alma habitan se encuentra un lugar que los malditos llaman hogar. Un lugar donde los virtuosos se esconden en el miedo, un lugar que vemos sólo en nuestras pesadillas.
Un lugar donde el sol está en silencio.